Adentrarse en la muestra nadie es nada de Eduardo Gruber conlleva la inmersión en un mundo de narrativas posibles que el espectador debe desentrañar, ocultas tras un trabajo de impactante presencia. El artista nos invita al interior de cada obra, a sumergirnos y dar rienda suelta a nuestra imaginación.
Esa fue la llamada a la que respondió el fotógrafo Lorenzo Hernandez una mañana de febrero mientras paseaba por las silenciosas salas del CAC Málaga. Contemplando los cuadros de la serie Acuario, imaginó unos bailarines sumergidos en las aguas inquietantes creadas por Gruber, flotando entre los peces y los corales. Pensó en una coreografía creada por Stella González Montero y sus alumnos de danza contemporánea, a los que había retratado recientemente, en la fuerza de Samuel Gallo y David Argudo, en la agilidad de Carmen Valle.
Gracias a Iván Pastor, el CAC nos abrió sus puertas y Eduardo tuvo la generosidad de permitirnos crear inspirados por sus obras. Lorenzo regresó una vez más y seleccionó seis de las que estaban expuestas a partir de los cuales Stella dirigiría una improvisación con los bailarines. Ella ya había hecho un trabajo previo con algunas ideas, pero sabía que con Lorenzo todo puede cambiar en cualquier momento.